A la rubia que se llevó mi infancia (vs a la puta que se llevó mi poema)

Mentir por las dos, sobre todo por mi, aunque ocultar la verdad no es mentir.
Infidelidad, tampoco, deslealtad, menos, intolerable, desproporcionado.
Pero sentirse un ornitorrinco, debajo del tacón de una serpiente, no es una situación para revolverse, para morder, ni siquiera para inyectar cualquier tipo de cáncer en sangre, como tenías costumbre.

Las comparaciones son odiosas, otras, incluso, muy duras, como las tuyas respecto a una enfermedad crónica y degenerativa… muy poco romántico ¿verdad? pero demasiado… para inflar el pecho y levantar la barbilla. Alguien que te infiltra el suicidio en los latidos, y te pone la botella rota (a preeriori engullida pensando en si esta vez, sería la definitiva, la definitiva vez que te ibas. Cómo cuando me ibas a echar….. a echar de menos ahora) colocándotela en la carótida… y en el otro extremo, tú mano, para que alguien le de un leve golpe…y te haga un favor. No, cómo los que me prometías tú.

Podría pintar capillas sixtinas, con cucarachas transparentes, saladas y líquidas… recorriendo sutilmente las paredes de mi cara…. podría negarte que el ácido sulfúrico sabe mejor que tu flujo vaginal, podría convencerte que mi hígado sigue tan o más sano que cuando te conocí, que no he necesitado otra jaula (que no fueran mis costillas ni tus brazos) para olvidarme de ese oscuro armario… preferí encerrarme en bares, en calles, en rubias y negras, en cervezas de mierda, en malta y cebada, en cualquier cosa que me recordara el color de tu puto pelo, de tus pómulos en otoño, o de tus tacones… el resto del año.


p.d. …… y que las princesas a veces son putas, y que las putas princesas, te follen sin condón el alma o los andamios de una ciudad, cerrada por derribo.